Acostumbramos a conocer lugares remotos por los reportajes de profesionales que viajan a esos rincones para documentar la realidad con la que se encuentran. Hasta hace relativamente poco no teníamos la oportunidad de acceder a otro tipo de imágenes, más espontáneas y personales, que captaran la mirada de los lugareños y rompieran en cierta medida con los tópicos. Instagram es una ventana a esta cotidianeidad.
En esta red social, por ejemplo, podemos contemplar la poderosa naturaleza de Sajalín gracias a las fotografías de Maria Gorelova. Tiene 31 años y siempre ha vivido en Yuzhno-Sajalinsk con su familia. Se licenció en estudios artísticos en el hoy clausurado Instituto Sahmyook, entonces adscrito a una universidad surcoreana, y trabaja como coordinadora de cursos de formación en los más diversos ámbitos.
Cuando viaja fuera de la isla y dice de donde viene “la mitad de la gente no sabe situar Sajalín en el mapa, incluidos los rusos -comenta a RBTH-. Los compatriotas que sí lo saben son mayores y lo aprendieron en la escuela soviética o bien son jóvenes y lo asocian con la industria energética. Todos, sin embargo, me preguntan lo mismo: ¿cómo sobrevivimos en Sajalín? Por mi trabajo tengo mucho contacto con extranjeros que tienen la oportunidad de conocer nuestra realidad de primera mano. Opinan que llevamos una vida de lo más normal, que no tenemos que ‘sobrevivir’ a nada”.
En su cuenta de Instagram, Maria Gorelova comparte fotografías con otros usuarios de los sobrecogedores paisajes que rodean Yuzhno-Sajalinsk: relieves dentados, playas extensas, campos ondulados. Al estar situada entre dos cadenas montañosas, la ciudad está protegida de nevascas y tifones.
“Existe un vínculo muy fuerte entre quienes hemos crecido en Sajalín y la naturaleza. Algunos rincones de la isla son simplemente impresionantes. Nos encanta caminar por la montaña o la playa, al menos en primavera y verano. Es muy intensa la sensación de aislamiento que se siente aquí con respecto al resto del mundo, como si tuviéramos nuestra propia realidad y el tiempo avanzara conforme a un ritmo propio, más calmado, que nos permite prestar atención a todos los pequeños detalles”.
A lo largo de su historia, Yuzhno-Sajalinsk [“Yuzhno” significa “del sur”] ha cambiado varias veces de nombre. Originalmente bautizada como Vladímirovka, después de la guerra ruso-japonesa pasó a manos niponas. Convertida entonces en capital de la prefectura de Karafuto, pasó a llamarse Toehara [“valle de la fertilidad”] hasta que el Ejército Rojo ocupó toda la isla y la rebautizó con su nombre actual.
Todavía quedan en la ciudad ejemplos arquitectónicos de las cuatro décadas de gobierno japonés, como la pagoda que aloja el Museo Regional de Sajalín. “Cada vez vienen más turistas japoneses. Sienten curiosidad por esta región que durante un tiempo les perteneció –comenta Maria Gorelova-. Tenemos muy buena relación con nuestros vecinos asiáticos. La universidad local, por ejemplo, tiene un programa de intercambio cultural con otra universidad nipona y no es excepcional que compañías coreanas o japonesas abran aquí sucursales”.
Las posibilidades económicas y comerciales de Sajalín han incrementado los vínculos con otros países extranjeros y aumentado las oportunidades laborales, convirtiéndolo en un preciado destino laboral para algunos rusos, algo impensable hasta fecha reciente. La central de energía térmica exporta electricidad a Japón, además de Gazprom operan allí Royal Dutch Shell, Mitsui o Mitsubishi, y es la tercera zona productora de productos pesqueros del Este ruso.
“La inversión extranjera está siendo decisiva para el desarrollo de Sajalín –apunta Maria Gorelova-. En mi caso, gracias a haber aprendido inglés y japonés en el Instituto encontré trabajo en un proyecto donde se requerían estos conocimientos”. El aumento de la inmigración laboral y del turismo en Yuzhno-Sajalinsk, con una población próxima a los 200.000 habitantes, es evidente en la explosión de nuevos comercios, restaurantes, hoteles y sucursales bancarias.
El equilibrio entre estas transformaciones tan profundas y las viejas tradiciones no siempre es fácil, especialmente para los grupos étnicos que, aunque minoritarios, habitan sobre todo al norte de la isla. “La generación de mis padres y abuelos son los que detectan más los cambios ocurridos entre la época anterior, la soviética, y la actual.
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Mi madre dice que antes la educación era gratuita –ahora no lo es en todos los casos-, el precio de la vida no era tan alto y los salarios, más ajustados. Pero, en contrapartida, no tenían relación con otros países ni había libertad de expresión. Cualquier opinión política inapropiada acarreaba la detención y el interrogatorio. Por lo que respecta a las minorías étnicas, los nivj y evenki, viven todavía en casas construidas según sus técnicas tradicionales, no visten ropa occidental ni utilizan teléfonos inteligentes o iPads, y se siguen rigiendo por sus leyes. Por supuesto, hay gente que está encantada con la actividad de las petroleras y otra lo siente como una amenaza”.
¿Y qué opinan los internautas de las fotografías en blanco y negro de Maria Gorelova? “Las reacciones son muy variadas. Unos resaltan la belleza del paisaje, otros ven en ellas una gran soledad. La mayoría son de lugares cercanos a Yuzhno-Sajalinsk, lugares donde perderse, contemplar la naturaleza, tomar el aire fresco, reflexionar. La fotografía me ha permitido ver las cosas desde otra perspectiva, estar más atenta, fijarme con más atención en la gente. Desde que empecé a utilizar este medio como expresión he notado que me conozco mejor y soy más sensible con las personas”.
Accede a la cuenta de Instagram de Maria Gorelova.
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